5ta Fecha eliminatorias

Ha llegado el momento de la Quinta fecha de la eliminatorias para el mundial Alemania 2006 Gini lima limón de Discusiones Bizantinas, como todos sabrán Hay problemas en cuanto a la construcción del estadio, que albergara en Berlín a los discutidores mundiales, los medios especializados en discusiones como por ejemplo la revista “Yo opino” o el magazín “Es así, me entendes!!” o el prestigioso Diario “Le monde de Turdera” llenan sus paginas diciendo que hay malversación de fondos y que el estadio, que estaba previsto para cincuenta mil espectadores, al final terminara siendo para 100 personas tres policías y un perro pekinés, es mas, dicen que se si se siguen robando plata, el mundial se hará en el bar “La Perla de Berlín”, desde aquí queremos dar serenidad, y decir que es todo mentira, el estadio se esta construyendo, tal vez se haga con menos capacidad, ya que el arquitecto anterior era un incapaz, pero el nuevo arquitecto dice que esta todo viento en popa y que lo tiene listo para dentro de dos meses, así que a no hacerle caso a esos desestabilizadores que quieren que el mundial fracase y critican a La FIDB por que están celosos de la prístina organización que esta llevando a cabo, es cierto que se extravió un poco de plata, pero ya va a aparecer, a quien no se le perdió un billete alguna vez.
Bueno pero pasemos a las eliminatorias, esta fecha nos trae otra discusión, de esas que nos hacen pensar “Pucha, que cosa es la vida”. Hoy los disertantes Joe Groznile y Alejandro Vanegas Muñoz nos trataran de convencer sobre un tema que nos preocupa a todos por igual: que es lo mejor? las sierras o el mar. Y como nosotros no nos dejamos convencer así nomás van a tener que opinar bastante bien.

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Atte. Adulfo Pistarino

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OPINION Alejandro Vanegas Muñoz A favor del Mar

Estimados Fratttini y Von Pazzz, Distinguido Pistarino, señores veedores de la FIDB, muy excelentísimos señores auspiciadores Gini lima limón, respetable Público.

Al escribir estas líneas, embargado por la emoción y las cuantiosas deudas contraídas con el sistema financiero, no puedo si no agradecer mi suerte. Y es que la discusión que se me encomienda, poco depende de mis modestas dotes de escribano cuando se me pide salir en defensa del mar, ese gigante azul lleno de sirenitas en topless que baña nuestras costas. La verdad es que mientras el Mar se defiende solo (no lo sabré yo revolcado innumerables veces por olas traicioneras en el verano alegre del litoral) a la sierra no hay como salvarla.

A buen entendedor pocas palabras dicen, y si yo fuera mi público, solo con oír que la recomendación viene de labios de un ciudadano tan respetable como yo mismo, pues ya estamos claros que gana el Mar y asunto resuelto. Pero, lo dicho, a buen entendedor y para que nos engañamos, aquí pocos entendemos algo. Por otro lado, los visitantes de este ilustre sitio gustan del lamentable ejercicio de verborrea que damos en llamar discusión, y al querido público hay que darle lo que este en su derecho exige.

Argumentemos entonces y que mejor para iniciar que citar al eterno Borges: “Borges, por favor, sírvase presentar en tenida formal el lunes a medio día en lo de Soler” o bien recordar las palabras de Swedenborg quien en mas de una ocasión manifestara “como el Mar no hay, All right!”

Pero basta ya de literatura y decoración: hablemos de ciencia. Todos sabemos (y los que no, harían bien en irlo aprendiendo, que desde el prekinder ya nos lo vienen machacando) que el mundo esta cubierto en un 75% de agua. Pues bien señores, esta agua de la que hablan los libros de geografía no es otra que el mar. A su vez, las serranías no ocupan mas de un 0.8% de la superficie mundial, cifra, al igual que las sierras que representan, despreciable. Una simple lección de mercadotecnia elemental basta para establecer que aquello que todo el mundo prefiere (y esto voy con el dichoso 75%) será siempre el mejor negocio y se venderá solo.

Si dejara esta argumentación hasta este punto seria suficiente para afirmar sin lugar a dudas la superioridad del mar por lo que en defensa del fair play (ruego considerar este gesto de mi parte a los veedores) hasta aquí mismo lo dejo. No haré mención alguna de las grandes virtudes del mar como inagotable fuente de riquezas minerales, de almacén de recursos energéticos, de abastecimiento de alimentos, de medio de transporte comercial –facilitador de los intercambios en lugar de ser barrera como “otro” accidente geográfico- ni abriré mi boca para nombrar las virtudes de regulación climática del mar, como tampoco pienso siquiera notar que es en el mar donde ha surgido la vida y a quien le debemos en ultima instancia, la propia (y la prestada) existencia.

Lo dicho. Concluyo mi argumentación prematuramente, omitiendo muchas alusiones que sin duda me harían brillar cual estrella en el campo de las discusiones solo en nombre del sano deporte, evitando INCLUSO el uso de este LINK , mediante el cual queda de manifiesto que no hace falta abogar por un lugar donde las bellezas se quitan la ropa en lugar de abrigarse hasta lo indecible.

Suyo,

Venegas Muñoz

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Opinión Joe Grosznile A Favor de las Sierras

Como dijo el héroe charlottensbergense, Liam Bjorkendall, "seré breve (medía 1.50 en zancos), pero respetame". Mi regla dorada dice que cualquier cosa capaz de inspirar una canción estúpida merece mi total repudio. Para ilustrar musicalmente el comienzo de esta discusión me bastará pedirles que recuerden esa tonadita que canta, creo, el magnate Donald Trump, con el rítmico acompañamiento de sus infames alcahuetes de turno, la del sucundún, sucundún, las bolas del Enzo, y el pelo de Aimar. O sea, si mirar el mar nos provoca este tipo de efectos, más que relajante es lobotomizante y seguro que si lo hacés mucho rato te quedas impotente, te quedás, o peor, te volvés hermafrodita, te volvés, y ahí nomás comenzás un festín de autochupamiento que termina en tu extinción segura.
Se me dirá, lo sé porque el futuro no tiene secretos para mí pues tiro los buzios, y hago tarot y quiromancia y quiero Gancia, mozo, a ver, sirva otra copita... ah, no, se me dirá, decía, que a la mayoría de la gente le gusta el mar y por lo tanto mi causa está perdida, pero como la encontraron en la esquina de Avenida de los Incas y Suipacha y me la devolvieron por fea, sigo, a esa gente le diré ¡minga! y les deseo que sean almorzados, en su tan querido mar, por un voraz tiburón martillo luego de ser minuciosamente violados por un león marino en celo, cuyo rito de apareamiento dura tres meses y empieza en tres, dos, uno... El mismo hecho de que a la mayoría de la gente le guste el mar ya da para desconfiar de él, o sea, no me alcanzan los pelos de la ya saqueada barba del viejo marino Ian Siguradson para contar las pésimas elecciones que "la mayoría" hace habitualmente (¿necesito mencionar a Stalin, a Hitler, a Bush, a Menem, a Tinelli y al abominable grupo Bandana -gracias al cielo ya disuelto- para demostrarlo?). En consecuencia: "la mayoría" parece tener menos capacidad de discernimiento de la que tendría un aberrante hijo entre Lala y Tinki Winki, así que si a mí una encuesta me dice que el 90% de la gente prefiere ir al mar en lugar de a la sierra, yo ya entro a desconfiar (nunca me ha gustado eso de andar desconfiando a la intemperie, al acecho de la peligrosísima chuguarasca pampeana) .
Desmitifiquemos ciertas patrañas viles con las que durante eones se han encargado de engrupirnos. ¿Quién dijo que hacer el amor en la playa está tan bueno? No, señores, nada que ver, no es así, en realidad es una porquería, y puedo argumentar esta aparentemente temeraria afirmación. Si vas a una playa cualquiera y te ponés a frotarte locamente con una señorita, lo más probable es que siempre haya alguien espiando, ahora, si te gusta que te espíen, ya te digo que estás mal del balero y que te hagas ver por un profesional confiable. El problema es que en una de esas el que los ve puede ser el novio de la dama y ya se sabe cómo se pone uno cuando su novia anda revolcándose entre las dunas con cualquier pelafustán. Y eso no es todo, la actividad amatoria en la playa tiene otros inconvenientes, porque la arena es un elemento que se mete en cualquier cavidad y ahí te quiero ver, pica, arde, raspa, jode, irrita, te pone como loco. Nada que ver con un buen par de revolcadas en los yuyales que abundan en las sierras frescas, a la sombra de árboles bondadosos que, con sus aromas y sus frutos afrodisíacos, fomentan la faena erótica de forma insospechada.
Yo no nací en Charlottensberg, lo digo con dolor porque me acabo de agarrar los dedos con la puerta, yo soy de Fannigan Ville, un pueblo costero. Esa fue una época triste de mi vida porque tuve que vivir a la orilla del helado mar del norte por el cual diariamente llegaban hordas de marineros rusos, polacos, fineses, paraguayos no, claro. Estos seres acaparaban con ardor la atención de nuestras mejores prostitutas de tal forma que las pobres quedaban extenuadas y los fanniganvillenses debíamos conformarnos con lo que quedaba. Recuerdo con horror que mi severo padre, Igor Sigmund Grosznile, me llevó a debutar al prostíbulo de la vieja Ingrid un miércoles a las diez de la mañana y que me atendió Sigfrida, una dama algo mayor que había perdido hacía mucho el sano hábito de depilarse. Los labios de un tierno infante de doce años no están hechos para recibir los varoniles roces de una barba mal cuidada. Todo culpa del mar, como ven. Apenas pude huí a Charlottensberg, una ciudad a 250 kms. del mar y situada en medio de una sierra paradisíaca en la que hoy vivo.
¿Si te querés divertir en el mar, qué hacés? El surfing es un deporte de maricas matraqueros, eso parece clarísimo porque los tipos estos se ponen esos trajes de goma y le afanan la tabla de planchar a la vieja y ya está, se creen los reyes del mambo tarareando los Beach Boys todo el día, pero por favor, señores, seriedad, si quieren demostrar que son intrépidos vayan a la sierra y escalen alguna roca vertical sólo con sus dientes, con el riesgo de caer sobre un risco escarpado y ahí te quiero ver. Otra cosa que se puede hacer en la playa es jugar al tejo (un torpe sucedáneo de las bochas) o montarse en un enorme símbolo fálico, una banana inflable de dimensiones atendibles. ¿Necesito hacer comentarios al respecto? En la sierra, en cambio, podés poner a prueba tu instinto de aventura a cada rato sin necesidad de entrar en actividades carolescas.
Eso de que en el mar la vida es más sabrosa es otro vil engaño, o sea, si me dicen que en el mar la vida es más salada, o más húmeda, o más bamboleante, bueno, lo acepto, pero ¿más sabrosa? No me parece. Quitémonos las máscaras de una vez, aggghhh…, no, no, no, pónganselas de nuevo, y digamos que vamos a la playa, oh, oh, oh, oh, oh... nada más que para ver bellas ninfas pasearse apenas ocultas por minúsculos bikinis (o musculosos Adonis en tanga). A nadie le gusta el sol calcinante, ni la arena hirviente, ni el agua a temperaturas de congelación, pero si accedemos a deambular por allí es porque somos ingenuos y creemos que quizá algún bello especímen nos pida que le untemos la espalda con protector solar (si sigo haciéndome la película me parece que voto por Vanegas Muñóz, a ver, para contrarrestar eso lo mejor es imaginarme a Sofía Zamolo en la nieve... ah, ya está). Así que yo opino que hay que abolir el mar, o bien vallarlo con una muralla de siete metros de alto o tirarle toneladas de gelatina sin sabor adentro y de paso cañazo terminamos con seres tan detestables como los tiburones, los calamares y Bob Esponja.
Así que a ver si nos dejamos de joder con el mar y nos vamos todos para la sierra, que es lo más grande que hay, y ya me marcho, muchachada, no sin antes desearles alegría, albricias y al primero que me vote en contra lo unto con miel y lo pongo en la ruta de las hambrientas hormigas Marabunta (no es una amenaza, apenas un dato a tener en cuenta).

Joe Grosznile