Tomando posesión de los puestos.

La competencia era furiosa, Mr. T y Centauro luchaban a brazo partido a ver quién podía votar más veces por sí mismo mientras todo el mundo los miraba preguntándose qué hacían, a qué jugaban y qué era lo que querían ganar. Esos dos hombres se estaban jugando el todo por el todo en una disputa que quedaría en los libros de historia de todo el mundo. Bueno, por lo menos en los de nuestro país. Está bien, está bien, quedaría en la memoria de todos los que viven en Buenos Ai… ¡Bueno, basta, por lo menos quedaría anotado en algún lugar de este blog!
Ya dos votaciones previas habían sido anuladas por… digamos que fueron dificultades técnicas y ahora los beneméritos discutidores federados, el intachable Martin Von Pazzz y el fabuloso Pablo Fratttini estaban determinando cómo resolver cual de estos dos aspirantes a la gloria sería el ganador del título.
En realidad todos sabíamos que estaban mandándose una gran partuza en lo de Berta, la gorda perversa y que ya se habían tomado hasta el agua de las macetas y no tenían la más mínima idea de qué estaban discutiendo al principio, pero caerían muertos (o desmayados por el alcohol) antes que abandonar una discusión, cualquiera que esta fuera.
En el centro de los comicios de Discusiones Bizantinas (una oficinita chiquita y con olor a pis de gato) estaban los dos competidores discutiendo acerca de si primero venía el huevo y después la gallina o al revés, mientras que Don Muzza decidió que ya había esperado lo suficiente y fue a lo de Berta a buscar respuestas.

Nunca se supo bien lo que ocurrió cuando Don Muzza entró en aquel lugar, ese antro de perdición, esa cueva de sabandijas donde todos los vicios se potenciaban, ese nido infecto de cucarachas; es decir, ese lugar que todos sentíamos como si fuera nuestro segundo hogar. En fin, nuestro compañero salió del establecimiento varias horas después con una actitud muy distinta e informó que las pocas palabras coherentes que pudo obtener de los beneméritos lo colocaron a él como moderador de blog y a los dos discutidores como los nuevos discutidores federados de Discusiones Bizantinas.
Obviamente los dos nuevos discutidores federados tardaron más de media hora en poder escuchar la noticia ya que su discusión no daba lugar a ninguna interrupción, pero cuando permitieron que Don Muzza metiera aquel bocadito… sus vidas cambiaron para siempre.

Inmediatamente los tres salieron a recorrer los bares porteños para festejar el trascendental acontecimiento, pero no consiguieron que nadie les pagara una sola gota de alcohol, evidentemente el argumento de ser Discutidor Federado por la Asociación de Discusiones Bizantinas no era muy importante para estos ignorantes. ¡Qué sabrán ellos acerca de lo importante de la vida!
La impaciencia de los ilustres personajes crecía con cada negativa a pagarles unas grapas y no tardó mucho en producirse la primer gresca; un insulto por acá, un desafío por allá, algún soplamoco que no pudo ser evitado, uno que otro escupitajo que llegó a destino y más de un pelito de la nariz arrancado sin piedad produjeron una debacle que puso a prueba la capacidad de lucha de nuestros grandes hombres.
Dicha capacidad demostró ser nula.

Golpeados, vencidos, pero nunca detenidos, los tres compañeros se embarcaron en una noche eterna de bares y combates, chicas fáciles que se negaban y todo terminaba en batifondos, inconvenientes con la ley que se negaba a darles inmunidad diplomática al séquito de discutidores, un imprevisto viaje en barco hasta Taiwan en desesperada huida para salvar el alma, ser arrojados por la borda en indigna conducta antes de llegar a Montevideo, nadar hasta una isla, discutir con los nativos caníbales-maníacos sexuales para salvar el cu… erpo, planear el regreso cual Napoleón al volver de la isla de Elba (pero silbando bajito ocultando el rostro) y luego luchar a muerte contra quienes habían tomado las oficinas de DB (un viejo paralítico, una embarazada inmóvil y un bebé). Luego de varios meses de travesía, aquella titánica lucha permitió que las oficinas fueran reconquistadas por nuestros maltrechos héroes y los federados se trenzaron en una apoteótica discusión que enfrentó a Tom contra Jerry y Don Muzza supo que todo había vuelto a empezar, solo debería publicar dicha discusión en breve y disfrutar de las mieles de su posición.